Presagios de una
realidad autoarrebatada
Fernando Sandoval
‘It’s the end of the world as we know it (and I feel fine)’
‘Es el fin del mundo como lo conocemos (y me siento bien)’
—R.E.M
SÍ, sí. Un “bicho” contagioso, volátil y mortal llegó a coartarte la libertad que presumías gozar. Lo sé. Lo sabe todo mundo porque aún nos tiene en sus manos, a su capricho. Ese no es el punto. Lo medular aquí es que, habiendo estado agazapado en la “burbuja” por ya varios meses, a pesar de haber sufrido estragos en la economía inmediata, y aun y cuando sigues escuchando cotidianamente la palabra pandemia incluso más que la de madre o amor, sigue existiendo un deseo colectivo —ansias omnívoras, si tú quieres— de que todo vuelva a “la normalidad”... ¿“La normalidad”? ¿Te refieres a la vida, caduca, en la que solíamos vivir hace unos meses? Aunque remotamente imposible que se le parezca, algo llegará y, muy seguramente, te deje desencantadx por los harapos que porte y las tintas de las que venga teñida. ¡Impresentable! porque “la normalidad” ni excede ni adolece y eso justo le pasó.
No obstante, las perspectivas de lo que nos espere posterior a la pandemia —llámese como se llame— puedan ser divergentes y contradictorias entre sí, debemos dilucidar los panoramas que existen en este paraíso de la incertidumbre, que apenas comienza.
Dado que el presagio es gratis y solo precisas una cosa: no tener evidencia. Podemos vislumbrar, a través de los espejos empañados del sistema, posibles escenarios:
Uno donde exista cierta esperanza de que podamos palpar una economía más equitativa. Los problemas ajenos transformarlos en nuestros, compartidos, y la sociedad como algo más que una masa de individuos que compiten entre sí por la riqueza y la posición social.
Otro será reflejado en los modos de consumo. Posiblemente el término ´moda´ sucumba ante las adquisiciones reguladas en función de las necesidades básicas de los individuos (¿efecto desglobalizador?).
Quizá también cambie la ejecución del trabajo: las oficinas, agencias, despachos, etc. serán, gradualmente, espacios obsoletos. El trabajo será ejercitado por la comodidad, la creatividad y funcionalidad en lugares indistintos. Lo anterior debido a que también, de manera abrupta, el hogar se subjetivó; nos dejó aprendizajes interioristas, arquitectónicos y minimalistas, desdoblándose en clínica, gimnasio, escuela, oficina, cine, etc.
A lo mejor la educación también se reconfigura —para muestra la sobredemanda de las plataformas e-learning y apps de aulas virtuales— originando nuevas prácticas de aprendizajes invertidos, desde lo sociotecnológico; estudio académico y profesionalización simultánea a destiempo.
Es posible que los gobiernos frágiles sean arrojados a la hoguera del caos, incluso algunos ni sobrevivan, pues, luego de la hecatombe, su legitimidad se socavó al ser incapaces de manejar la crisis. Aunado a esto, se puede detonar la histórica demanda irresoluta: atención medica universal.
Otro donde la naturaleza, por sí misma —como lo hace hoy por hoy— nos siga exclamando, abrumada, que “el hombre es el lobo para el hombre”, citando el apotegma de T. Hobbes. Que flagelarla es flagelarnos. El planeta verde, no será una ilusión forastera y la emisión de CO2 será tema de abordaje social. Desencadenando el interés, a partir de ver “los errores de diseño” que tiene nuestra sociedad.
Y claro está, que el pensamiento y la conducta del ser humano sean distintas —o ¿esperas que no haya crecimiento después de una lección con semejante daño?—.
Probablemente, la gente, expectante, nunca dejará de preguntarse cuándo ocurrirá la siguiente emergencia sanitaria mundial. Puede ser que las secuelas psicológicas sigan martillando. Ansiedad, estrés, tristeza, etc… Tal vez la distancia física no brinde tregua. Quizá, debido al miedo, no querrás ir al médico y la telemedicina llegue para quedarse. Posiblemente ´virtual´ sea el apellido de nuestras conversaciones y hábitos. A lo mejor el cubrebocas sea parte del outfit típico global. Seguramente las grandes urbes se vean debilitadas, motivando el desplazamiento a los cinturones de cercanías rurales y periféricas. A lo mejor te reencuentras y te reconoces con tu familia. Probablemente ya no seas el mismo. QUIZÁ TODO, QUIZÁ NADA.
Suena sombrío e incandescente a la vez. Pero de ciertas cosas debemos tener certeza: seguiremos fortaleciendo la colectividad, pues esa ha sido la única panacea. Ni el ruido mediático ni las cuarentenas inexactas han afectado el deseo humano de estrechar la mano.
La interdependencia que nos une ha permitido que sigamos aquí, leyendo esto, jalando más bocanadas. El cambio es la piedra angular y hoy contamos con otras capacidades que ensanchan el marco de lo posible.
¡Basta!
Ya habrá más tiempo, en un futuro, para prestidigitar y pronosticar.
En fin, ¿se asemeja a “la normalidad” que conocías...? Eso creí.
¡Bienvenidx!